Ha pasado el verano y nos encontramos en una reunión de compañeros de clase o de trabajo. Todos y todas tenemos muchas ganas de contar nuestras experiencias, pero, obviamente, intentamos respetar los turnos de palabra. Tú no, lo siento, de verdad tienes serias dificultades para ello, no es que no quieras, es que no puedes y continuamente interrumpes a todos y todas. Eres incapaz de mantenerte en silencio y atendiendo a lo que dicen los demás, por eso, además de "molestar", tus comentarios no parecen estar integrados en la conversación que se está teniendo, resultan extraños, sin sentido y no acaban de entender que tiene que ver lo que dices con lo que se está hablando, además  te pasas de un tema a otro y por si fuera poco... hablas demasiado rápido. Ajeno a ello, sientes que tu presencia no les agrada y aumenta tu necesidad de ser aceptado por los demás.

Te han mandado hacer un trabajo de clase o te vas a ir de viaje. Te vienen un montón de imágenes en tu cabeza de "cosas" que asocias a esa tarea, pero pensando unas, se te van olvidando otras y te encuentras ante tal bombardeo de imágenes, que van y vienen sin orden alguno, que al final acabas pensando en cosas distintas a hacer el trabajo de clase o a irte de viaje. 

Dejas el trabajo que estás haciendo y vas a prepararte un bocadillo, pero a partir de hoy ese "botón de automático" que te lleva a prepararte el bocadillo diario mientras estás pensando en la peli que viste ayer y bailando al son de la música que está sonando, está desactivado o no funciona bien y además, te suena el teléfono, es tu hermana o hermano que, enfadado, te recuerda que había quedado contigo para que le devolvieras sus libros y ya no te espera más. Tu día a día, se convierte en una maraña de tareas inacabadas. 

A todos nos ocurre que, cuando estamos haciendo algo que nos gusta el tiempo nos pasa rápido y al contrario, muy despacio. Por eso, desde esa consciencia, podemos dedicar durante el día a cosas que nos agradan y a otras que no nos agradan tanto. Imagínate que esa "consciencia" desaparece. Han pasado días y esas tareas que, aunque, desagradables, te son necesarias y que además, sí o sí, tienes que hacer, siguen estando pendientes, y/o por otro lado, te sientes agobiado de haberte pasado todo el día estudiando o trabajando, cuando en realidad solo has empleado unas horas del día. Todo ello te lleva a no saber gestionar  "tu tiempo", para lograr más con menos esfuerzo. Es tu "mundo al revés": logras menos con más esfuerzo.

Estamos buscando leña en un bosque para hacer un fuego. Andando y andando, nuestra propia voz interior nos va diciendo "cuidado no te despistes ni te alejes para no perderte". De pronto descubrimos un arroyo  al que puedes llegar siguiendo otro camino dónde además hay una señal de "Puedes entrar pero no salir". Nuestra voz nos dice que nos paremos, reflexionamos a qué nos arriesgamos y  qué consecuencias puede tener que entremos por ese camino. No es tu caso, estás tan emocionado que lo primero que piensas es en llegar a ese arroyo, no hay voz en tu mente que te frene a  pensar y reflexionar en los riesgos y consecuencias. Tampoco te ayuda mucho tus dificultades para aprender de las experiencias negativas. Así que, prácticamente sin ayudas, entras en ese camino sin retorno.

Nuestro día a día está lleno de emociones distintas. Todos y todas hemos vivido momentos en los que  hemos tenido que dominar nuestras emociones para tomar el control de nuestra manera de pensar y actuar. A partir de hoy, tus días van a ser distintos, tus emociones (te recordamos que controlan tus pensamientos y tus acciones) están en una constante de "subir hasta tocar cielo" y "bajar hasta tocar fondo", sin motivo aparente o por causas injustificadas y claro, no vives solo, tienes que convivir con tu familia, con tus compañeros y compañeras, con tus amigos y amigas, relacionarte con otras personas. Se hace muy difícil. Ese descontrol te provoca conflictos continuos con el mundo que te rodea y no es culpa tuya: solo ven tus acciones, no tus emociones.